Los gatos fueron adorados en Egipto porque hacían disminuir la población de ratones en los campos de cereales del Nilo. La diosa egipcia Bastet, representada con cuerpo de mujer y cabeza de gato, era la diosa del amor y la fertilidad. Los gatos atados a correas cazaban pájaros que luego se comían los egipcios: el dueño lanzaba un boomerang que tiraba al suelo a los pájaros para que el gato los recogiera y se los entregara. A veces, los gatos eran tan reverenciados que en ocasiones se momificaban para enterrarlos con sus amos o en tumbas hechas unicamente para ellos.
Aunque las leyes egipcias prohibían sacar del país los gatos, los marinos fenicios se los llevaban de contrabando. Los gatos se vendían y se encontraban a lo largo de toda la costa mediterránea. Seguramente, los romanos fueron los primeros en introducirlos en Europa.